La ética del trabajo social
LA ÉTICA DEL TRABAJO SOCIAL
Si nos paramos a pensar en el papel que desempeñan los códigos deontológicos en la profesionalización del Trabajo Social y cómo se ha cuestionado dicho papel, encontraremos las razones de uno de los cambios más profundos en la concepción -actualmente dominante sobre qué ha de ser la ética profesional para el Trabajo Social. Recordemos que, para que una profesión sea reconocida como tal, se considera esencial que disponga de un código deontológico.
Al establecer esta garantía pública, un código deontológico cumple con sus funciones institucionales principales. Pero, desde el punto de vista de los profesionales, no es suficiente que el código les haga ganar legitimidad y estatus de profesionales. Ellos también le piden que realice ciertas funciones de identificación. Es decir, de un código deontológico sus profesionales esperan que funde la unidad de la profesión, defina la identidad profesional y proporcione guía a sus adherentes cuando se enfrentan a dilemas morales en su práctica profesional. Que el código deontológico es inútil es una conclusión que extrae, fundamentalmente, aquellas concepciones del Trabajo Social.
Esta crítica toma pie en la ética individualista que se concreta habitualmente en el código deontológico al hablar del usuario como un individuo sin un contexto social, de las necesidades sociales sin mencionar las circunstancias de injusticia social de las que surgen y de la identidad profesional sin reconocer un compromiso político de lucha contra la injusticia y a favor de la transformación social. De modo que, para los que sostienen esta concepción, aunque la ética profesional y su código deontológico fueran capaces de cumplir las esperanzas que se ponen en ellos, se deberían rechazar sus regulaciones y funciones de identificación por no ser las que han de definir el papel y las aspiraciones de la profesión.
Podemos considerar que este conjunto de principios refleja los valores compartidos del Trabajo Social en la época posmoderna. Se trata de un conjunto de principios atractivo en sí mismo. Tampoco parece difícil que pueda desarrollarse de forma que generen un conjunto de normas y criterios que hagan todo lo que se le pide a los principios de ética profesional. Si los comparamos con los valores y principios de un código deontológico clásico quizá se aprecie lo que quiero decir. La conclusión que, entonces, los críticos obtienen es que tener un código deontológico es inútil; o, peor, que para lo único que sirve es para defender el estatus y los privilegios institucionales.
Fernández García, T. (2015) nos dice sobre la “Introducción al trabajo social” (pp.321-323)
video de refuerzo:
° alumnos de la carrera de trabajo social 1er semestre, universidad autónoma de Aguascalientes
Comentarios
Publicar un comentario